Luciérnagas, porque la luz también es fría

De los viajes que hice por carretera con mis padres, recuerdo con claridad la maravillosa emoción de las colinas desiertas, donde árboles, vegetación y cielo abierto eran su vestido. Antier, después de cruzar la ciudad de México rumbo a Tlaxcala, me angustió muchísimo ver esas colinas, antaño despobladas, llenas de pequeñas casas de colores que […]