La escritura femenina es compartida. Es iniciar la una lo que la otra termina, o repetir a coro lo que todas sentimos. Es adentrarse en universos donde las sensaciones se comparten; donde no compite la que lo dice porque la que lo calla también lo sabe suyo. La escritura femenina es un tejido, es una lección que llevamos muy profundo, bien aprendida, y que nos brota de las manos porque nos pertenece pero a la vez no es de ninguna. Es una lección de vida, de creación, de singularización y de comunión.
El patriarcado ha intentado minimizarla porque es demasiado poderosa, porque puede unir, porque puede sanar, porque puede hacer que nada valga más. Y no es que sea un poder sobre lo masculino, es que lo masculino quizá no ha descubierto un poder así de sanador. El patriarcado busca un protagonista, el matriarcado le da a todos el protagonismo.
Hace años, 6, cuando mi primera hija estaba por nacer, yo le escribí unas cartas, en las que le decía que ella era una especia de sauriopez que iba evolucionando hasta convertirse en un mamífero en mi panza, con lo cual me había enseñado más sobre los secretos del universo que nada en la vida y que quizá esa lección que ella me transmitía en lo corpóreo, era lo más brutal que me había pasado jamás, porque se quedaría en mí como un aprendizaje biológico.
Anoche, cuando leía Línea Nigra de Jazmina Barrera y en algún momento mencionaba que su hijo en el vientre le había parecido también un saurio que evolucionaba, sentí el eco de mi propia voz, pero me di cuenta de que no era mía, sino el aprendizaje precioso de la mujer que concibe, de la mujer que pese a no hacer nada, está siendo la puerta a través de la cual el universo mismo y su pesada carga se están revelando. Igual que le dije tantas veces a mi cuñada cuando a través suyo y de su niña, todos a su alrededor recibimos un pedacito de un universo explosivo.

La escritura femenina es una revelación. Es casi como un deber de nuestros días: leer autoras femeninas aunque no gocen de la simpatía del mundo. Aunque muchos, como dice también Jazmina, no le vean “el chiste” a hablar de la maternidad o de lo femenino en la literatura.
Creo que nunca vamos a ser suficientes. Pienso en los diarios, las listas, las cartas, los herbarios, los libros de texto: todas esas formas de escritura a veces son, o pueden ser, literatura. Lo mismo pasa con los diarios de embarazo, con los diarios de bebés. Quiero que sobren los libros, que los haya buenos y malos. Quiero un canon, una tradición. Y también una ruptura, libros en contra del canon. Nuevos géneros literarios.[1]
Escribir, leer en femenino, recobrar el lugar que tiene una mujer que pare, una mujer que cría mientras crea. Pero también, leer a la mujer que decide no procrear, que se entrega pura a su vida sin necesidad de la crianza. Leerla porque es mujer, pero reconocerla porque es humana, porque crea. Porque eso es de verdad la escritura, creación y recreación continua y de eso bien sabemos las mujeres.
Unirnos mujeres en la voz que da la escritura, en el tejer historias o pensamientos a través del lenguaje. Apropiarnos mujeres del lenguaje y darle un nuevo significado a las palabras, sanarlas, recobrarlas, sacarlas a relucir. Porque se necesita, porque sí, porque ya es hora. Escribir para ser escuchadas, escribir para hacer un mundo nuevo, escribir para que haya nuevos pensamientos. Y unirnos, ser capaces de escucharnos, de leernos la una a la otra y reunirnos desde remotas distancias a través de la literatura. Que nunca más se desprecie un libro o se minimice su valor porque viene de una mujer. Que la mujer recobre el lugar que merece y que ningún tipo de escritura se haga menos por ser “utilitaria”.
El mundo necesita a las mujeres escribiendo, pero también leyendo, también compartiendo. Porque todo acto creativo requiere de la interpretación de otro para poder de verdad existir, porque ninguna obra está acabada si no puede ser escuchada, contemplada, interpretada por lo otro, por la otra. Y hoy, las mujeres, más allá de la literatura, más allá de todo arte, necesitamos ser intérpretes las unas de las otras, necesitamos recobrarnos para poder sanarnos, para sanar al mundo.
Por eso hoy más que nunca se necesitan más círculos de mujeres, más círculos de lectoras, más círculos de creadoras. Donde nos dediquemos a sanar, a pensar en el mundo que está por venir, en ese mundo que estamos gestando.
Con todo mi cariño, le dedico este texto a mis mujeres, en especial a ese grupo donde somos triángulo ;).
[1] Barrera Velázquez, María Jazmina. Línea Nigra. Ciudad de México: Editorial Almadía. 2020. P. 148.