¿Se han preguntado por qué alguien que nos dice cómo arreglar nuestras cosas, cómo liberarnos de ellas a través del orden es hoy una guía del tamaño de Marie Kondo?
Le dedico este artículo a quien nos ha permitido gozar de mucho más que un techo, a quien nos da el calor de su amistad y cariño. Gracias Pedro por cuidar de nosotros.
A riesgo de parecer una completa charlatana, debo aceptar, antes de ponerme a escribir, que no, no he leído ni visto la serie de Marie Kondo en Netflix -porque no tengo televisión desde hace dos meses-. Todo lo que sé de ella me viene de las charlas con mi madre en las que me dice cosas tipo «según esta mujer -mi mamá rara vez se acuerda de los nombres y menos si le son exóticos-, la ropa debe ir doblada de tal modo, cuando te deshaces de algo tienes que darle las gracias, debes rodearte de cosas que verdaderamente amas, la depuración tiene un poder sanador» y un largo etcétera, porque mi madre, como mis amigos y conocidos, también está atrapada en el revuelo de quien es hoy una líder mundial no sólo de la practicidad, sino también, al parecer, de la búsqueda humana de sentido.
Así pues, llego hasta la noticia más reciente sobre la famosa Marie y los comentarios que ha levantado al decir que en casa sólo debes tener, a lo mucho, 30 libros. ¡Cómo!!!! ¡Sacrilegio! ¿A quién se le ocurre semejante aberración a la cultura!!!!
Aunque la famosa Marie ya se dio a la tarea de explicar qué quiso decir con este anatema del orden, a mí me dejó pensando muchísimo. Llegué a la conclusión de que precisamente ahí está la clave, para mí, de su éxito y su relevancia en estos días: lo que humanamente nos preocupa no es perder nuestra cultura, es perder nuestra esencia: sí, porque para los seres humanos, poseer es en sí mismo una experiencia, una forma de asirnos a la realidad, de captar su propia sustancia y controlarla.
Pero, ¿qué implicaciones tiene todo esto? Ahora les explico lo que he reflexionado, pero antes, quiero dar cuenta de otro descubrimiento: los humanos vivimos atándonos a cosas, creando cosas para sentir seguridad, porque las cosas nos dieron poder, nos han permitido «controlar» a la naturaleza y a sus depredadores; por eso, para salvar al mundo del colapso generado por nuestro suicida afán de crear y fabricar cosas, necesitamos hacer un trabajo interior que incluso puede modificarnos como especie.
De acuerdo con Yuval Noah Harari, y su Homo Sapiens, De animales a dioses; una clave para entender el desarrollo y evolución del hombre primitivo hacia el hombre que somos hoy es la acumulación:
A la gente le resultaba difícil dejar sus islas artificiales. No podían abandonar sus casas, campos y graneros sin correr el riesgo de perderlos. Además, a medida que el tiempo pasaba, acumularon cada vez más cosas: objetos, no fácilmente transportables, que los mantenían ligados. Los antiguos agricultores nos pueden parecer pobres de solemnidad, pero una familia media poseía más artefactos que toda una tribu de cazadores-recolectores.
Harari, Yuval Noah. Sapiens. De animales a dioses (Spanish Edition) (Posición en Kindle1780-1783). Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.
Estamos atados a nuestras cosas: desde arcos y flechas, hasta portentosos edificios y máquinas capaces de convertirnos en dioses o estupideces del tamaño del agua embotellada -esto último es idea mía-. Ese afán por generar cosas que nos hagan la vida más sencilla -y nos alivien el sufrimiento de vivir otorgándonos algo mucho más valioso que la simple comodidad: la seguridad y la tranquilidad-, nos ha llevado a poner en peligro y dañar irremediablemente el equilibrio natural del planeta.
Todos sabemos que nuestro amor por el plástico -cuya practicidad y maleabilidad son indiscutibles-, está provocando montones de problemas climátologicos como la horrorosa acumulación de basura y contaminación y el aniquilamiento masivo de especies marinas y otras. Pero, como dice el controversial Sadhguru Jaggi Vasudev, «El plástico no es malo, es un material milagroso y fantástico», el problema es nuestra desenfrenada e irresponsable carrera por generar cosas, por resolver problemas inmediatos convirtiéndolos en catástrofes a futuro.
Por eso, resolver hoy un problema tan dramático como el Cambio Climático, requiere que hagamos un cambio radical en nuestra manera de consumir, y para eso necesitamos cambiar incluso nuestra programación genética, nuestro inconsciente más profundo, el de nuestra especie.
A medida que perdamos el miedo a vivir ligeros, que fabriquemos sólo lo que necesitamos o encontremos el modo de equilibrar y producir sin dañar, habremos logrado una liberación tan profunda que quizá represente una tercera transformación para nuestra especie: habremos pasado de nómadas a sedentarios y de sedentarios… ¿a?
Yo escribo todo esto desde la incomodidad temporal, con todas mis posesiones revueltas, pues desde hace un par de meses, debido a que la humedad impregnó las paredes de nuestro hogar, tuvimos que salirnos para que nuestra casa fuera arreglada y, con ello, hemos ido descubriendo que lo esencial para vivir es realmente poco. Gracias a estos meses he tenido que aprender a criar a mi nuevo bebé en lo más esencial: el calor que da una familia.