
Quisiera decir esto de una forma simple, porque en el fondo es muy simple, pero siento que no puedo abarcarlo, siento que, lo diga como lo diga, de cualquier forma voy a tener que explicártelo de alguna manera en que no me justifique.
Cuando soy una mamá divertida, cuando jugamos, cuando te abrazo, te apapacho y te doy todo mi amor son mis abuelos, mi mamá y sus abuelos juntos, todos, los que te abrazamos. Les permito gozar a través de mi propio cuerpo la dicha inmensa de sentir tu amor y tu dulzura. Y te permito a ti sentir todo lo que viene detrás de ti para nutrirte. Cuando cocino algo rico, que hace que te sientas amado, protegido y alimentado, también está ahí la cocina de mi madre, la de mi abuela, la de mis tías, sumada a todas esas cosas que yo también he aprendido o de las que me he apropiado. Nunca estoy sola en un acto de amor.
Pero tampoco estoy sola cuando te he lastimado, cuando he dañado tu corazón con mis gritos, mis arrebatos, mis agresiones o las pequeñas formas en que coarto tu existencia en el día a día. Cuando hago eso también están mis abuelos, mis padres, mis tíos, maestros, primos y todos los que me han hecho daño a mí antes, aquellos que tenían la responsabilidad de cuidarme y de algún modo me lastimaron. Son ellos, conmigo como hospedera, conmigo como cómplice, conmigo como protagonista, actuando para hacerte daño a ti. Y no es que te esté confesando que tienes una familia llena de monstruos horribles que han hecho daño generación tras generación. No, para nada. Pero sí un poco.
Te lo voy a explicar más detalladamente. La responsabilidad de todo lo que he hecho por ti como madre es toda mía, pero viene aderezada por un montón de gente, vivencias y cosas más. No se trata enteramente de ti y de mí, sino de mí y de mis elecciones, del dolor que llevo dentro y también del amor que me ha salvado. Tú eres un recuerdo permanente de mi indefensión, de mi propia dulzura, de mi propia inocencia y a veces también eres un recuerdo vivo del dolor que alguna vez me hizo daño. Como tú que ahora eres pequeño, ese dolor me ha marcado, me ha convertido en todo lo que soy y lo que hago.
Por eso es que no eres tú, soy yo cuando me porto horrible, cuando grito, cuando me pongo agresiva o soy hiriente y horripilante, la única que se está castigando. No es tu culpa, en realidad no has hecho nada que merezca el maltrato, el abandono, el daño. Soy yo, mi vida, que me veo a través tuyo y que, al no saber qué hacer con el dolor, agredo y violento tanto como una vez me sentí yo violentada. Al castigarte me castigo por no ser suficientemente buena, por no haber hecho las cosas bien, por no haber podido evitar ser agredida. No eres tú, soy yo. No son ellos, fueron otros antes que ellos.
Así que ahora ya lo sabes, mi amor, no es tu culpa, no has sido tú el responsable, soy yo, soy una y mil veces yo. Quiero huir de mi responsabilidad y seguir a ciegas, hacer como que no me doy cuenta de todo esto que te estoy contando, volver a enterrarlo e ignorarlo pero sé que si lo hago corro el peligro de que el perro rabioso que permanece en las sombras vuelva a saltar a la menor provocación, que permanezca ahí agazapado, alimentado por mi cobardía y mi miedo.
No me justifico, mi amor, no puedo. Quiero castigarme, desdoblarme de mí, arrepentirme de mí pero no puedo. El trabajo que hay que hacer es muchísimo más pesado de lo que me imaginé, porque para protegerte tengo que bajar hasta lo más profundo, iluminar los horrores más inimaginables y descubrir quizá que no eran tan horribles, o pelear con ellos hasta que mueran por fin, sin importar el dolor de abrir nuevamente las heridas. Para salvarte a ti tengo que mirar de frente a los monstruos y perdonarlos, descubrir que los amo con todo lo que son y lo que fueron, que los acepto y que puedo seguir adelante, ya sin cargarlos, porque solo así podré evitar que tú tengas que cargarlos.
Y al final, mi amor, aunque se trate de mí y no de ti, no puedo más que agradecerte, llenarme de un profundo agradecimiento, el más dulce, el más inmenso. Porque es, a través de ti, como yo he de sanar, de encontrar la cura y conmigo quizá también todos los demás.