Encontrar la belleza en lo abyecto, en lo que a simple vista parece oscuro, negativo, dramático y cargado hasta de horror. ¿Te imaginas el resultado? A mí me parece que sería una forma de encarnar el concepto mismo del poder. Eso hizo Alexander McQueen, develó el poder total, lo efímero vuelto un capricho que se puede tocar; él le dio cuerpo, sentido a lo trágico porque, ¿qué mayor tragedia hay que la de que la vida tarde o temprano se nos escape y que no podamos gozar más de sus placeres?

¿Por qué elegí a Alexander McQueen como el primer diseñador del que quiero hablar? Porque nadie como él encarna ese motivo que me llevó, en primera instancia, a escribir de moda. Me gusta la moda, me encanta, desde niña recuerdo lo mucho que disfrutaba estrenar algo, revisar el clóset de mi mamá, armar faldas con cobijas o abrigos con sábanas, pero nunca fui capaz de acercarme a ella más allá de un gusto personal y durante mucho tiempo no fui capaz de aceptar cuanto me gusta la moda.
Me gusta creer que todavía no soy una «fashion victim» -empiezo a sospechar que quizá me equivoco rotundamente-. A mí me enseñaron o me enseñé sola que la moda era un capricho, algo que no se puede tomar en serio porque es material. Así pues, crecí pensando que siempre era mejor para una chica gastarse todo su salario en libros que hacerlo en zapatos o en ropa. Hoy mi precepto me parece cada día más absurdo, más infantil -y más gracias a internet.
Pues bien, con el tiempo y debido a mi afición por los mercados de pulgas y los legados familiares, me hice afecta a buscar más y más piezas de esos que imprimen sus nombres en objetos vestibles y que todos reconocen como encumbrados, como el artista que posa su firma en un óleo para contarle al mundo que salió de sí mismo. Eso, obviamente hizo que me topara con la pregunta: ¿es arte la moda?
Alexander McQueen no hace más que confirmarme que sí, que también puede serlo. Por principio de cuentas, convirtió al hecho mismo de desfilar en una puesta en escena, en la oportunidad perfecta para transmitir un mensaje, un legado más allá del objeto mismo, algo qué grabar en las mentes y corazones de sus espectadores.
Segundo: cada una de sus piezas es tremendamente evocativa, refiere a alguna de sus pasiones, es un homenaje: a la naturaleza, a sus películas favoritas (The Birds, Afred Hichcock), a sus leyendas (Jack The Ripper Stalks His Victims); son piezas cargadas de estímulos que más allá de verse bien, te hacen sentir como si trajeras puesta una emoción.
Tercero: porque fue capaz de dejar un legado, porque creó piezas emblemáticas que revolucionaron la cultura de su tiempo y siguen marcando un estilo y transmitiendo un mensaje. ¿Quién no recuerda su apodo «the bone colector«? El uso icónico que hizo de las calaveras y los motivos de huesos en zapatos, bolsas, estampados, etc., nos reveló que la muerte entraña mucho de majestuoso y de bello. Hasta hoy, las calaveras siguen siendo un motivo de culto gracias a él -que sí, le debe muchísimo a la tradición de «Día de Muertos» mexicana.
El trágico fin de McQueen sirvió también para encumbrarlo, para revelarlo como un personaje mítico. Hoy, su legado sigue presente y la belleza de su obra sigue quitándome el aliento.