Hay muchísimas cosas que hacemos actualmente y que poco o nada tienen que ver con nuestra naturaleza. Pero, ¿te has preguntado hasta dónde tiene un país verdadero derecho al cierre o apertura de sus fronteras?

Recientemente el gobierno de Estados Unidos ha tomado medidas dramáticas, que caen en la crisis humanitaria, ante la migración «ilegal» hacia su país. Básicamente, Trump decidió endurecer las medidas restrictivas en la frontera con México separando a padres de sus hijos sin garantizar, en muchos de los casos, que éstos vuelvan a encontrarse. Desde abril de 2018, casi 2000 niños han sido detenidos en centros donde literalmente permanecen enjaulados y sin posibilidad de tocarse en algunos casos. 

¿A qué se debe este endurecimiento de las políticas migratorias y la barbarie que todos estamos atestiguando? A que las elecciones están cerca y Trump, de cara a los votantes que lo han apoyado y le dieron la victoria, les está pagando el favor utilizándolos de nuevo para defender sus intereses. Amparado en la supuesta «legalidad» de sus políticas, ha instado a sus oficiales y subordinados a emprender una cacería «cero tolerancia» contra la migración ilegal. Los adultos son llevados a centros de detención para ser procesados como criminales, por lo que, si van acompañados de niños, éstos son separados de ellos y llevados a centros de detención especiales.

Así pues, Trump está utilizando a su favor leyes que él dice condenar y que lo están orillando a tener que cumplir lo que otros no cumplen pero tampoco hacen bien. El discurso que justifica todo lo que está haciendo es sencillo: «los demócratas tienen la culpa, ellos crearon estas leyes y yo debo hacerlas valer; por eso no deben votar por los demócratas estas elecciones».

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En pocas palabras, Trump está usando a niños de meses, a infantes como rehenes para atraer votos. ¿Por qué? Porque aunque nos sea difícil de creer, en Estados Unidos hay personas convencidas de que es legítimo e incluso moral «hacer valer la ley» y evitar que los migrantes, catalogados ya como «criminales», sigan invadiendo su país.

Nuestro siglo es uno de los más complejos en temas de migración y desplazamiento. Guerras, hambrunas, cambio climático, economías adversas y también la violencia, son algunas de las causas que llevan a miles de personas a dejar sus hogares diariamente. De acuerdo con la ONU, 65,6 millones de personas en todo el mundo se encuentran en calidad de desplazados y buscan refugio.

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El problema al parecer es más grave de lo que nos imaginamos y actualmente los refugiados están en una crisis todavía mayor que hasta hace algunos años, pues en lugar de ser acogidos como ocurrió durante crisis tan graves como la Segunda Guerra Mundial, hoy las fronteras de todos los países que podrían brindar apoyo no paran de cerrarse. ¿Por qué? Es difícil decirlo, es difícil encontrar una única respuesta porque la realidad es que son muchas. La mayor parte de las causas que han llevado a los países del norte a cerrar sus fronteras son políticas, obedecen, como en el caso de la crisis «cero tolerancia» de Trump, a cuestiones internas que hacen que ciertas personas sean declaradas ilegales y que no pueden ser recibidas en otros territorios.

Pero, ¿hasta dónde es real y legítima la defensa de un territorio? Si hacemos un recuento de nuestra evolución encontraremos que la esencia de nuestra especie es el movimiento, el desplazamiento. Fuimos nómadas antes de construir grandes ciudades. Las grandes civilizaciones se nutrieron unas a otras del constante ir y venir de gente de un lado para el otro. La noción de «nacionalidad» no fue algo esencial a nuestro ser, sino algo adquirido culturalmente, algo que ha servido a unos cuantos para ganar poder, para definir e identificar el alcance de ese poder.

Sí, es verdad, las invasiones también formaron parte de la historia del desarrollo de cada pueblo y fueron parte de las grandes amenazas que todas las sociedades debieron enfrentar. Pero la migración, el desplazamiento,  no es en esencia una invasión, sino parte de la evolución porque lleva riqueza y diversidad entre unos y otros pueblos. La invasión también es artificial, obedece a causas tan políticas como la propia «nacionalización»: el poder, la búsqueda del poder para unos cuantos utilizando a la mayoría como pretexto.

Por eso, hoy no puedo más que preguntarme porqué le tenemos tanto miedo a la migración, porqué los países desarrollados están cerrando sus fronteras, ¿es natural declarar que una persona que busca refugio, asilo, incluso cambiar de país simplemente porque el suyo ya no le gusta, sea un criminal?

shutterstock_423295780.jpgTrump dice que los hispanos que llegan a Estados Unidos son violadores y asesinos que buscan dañar a la sociedad norteamericana y que su deber es proteger a su nación. Habla del mexicano, el centroamericano y en general del latinoamericano como un ente que tiene la consigna de destruir a la sociedad norteamericana y sus valores, cambiarlos, suplirlos y hacer a un lado a la raza que hoy gobierna Norteamérica. Trump apela a los miedos, a las fobias y a los prejuicios más hondos de sus votantes para ganar poder, haciendo promesas y buscando cumplirlas al costo más alto, sin importarle absolutamente nada, incluso convertirse en la antítesis de lo que le ha dado sustento a la identidad de su nación.

¿Qué diría el Capitán América si pudiera emitir un juicio ante lo que está pasando en su país? ¿Defendería los valores de la democracia con tanto ahínco como lo hizo ante la amenaza nazi? Hablamos de niños que son enjaulados porque sus padres están intentando cruzar la frontera, perseguidos por la violencia, la pobreza y la marginación.

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¿Se habrán preguntado los americanos que apoyan la política de Trump qué harían ellos en su lugar? ¿Cuál fue verdaderamente esa proeza que hicieron para merecer una vida más digna que la de los inmigrantes que tanto repudian? ¿Será que nacer en el país equivocado es también un crimen y hay que perseguirlo?

Por fortuna, aún queda esperanza en el mundo, aún hay quienes entienden que las políticas antimigratorias son, además de crueles, antinaturales y en poco benefician a la evolución humana. Hoy, tras la presión mediática, Trump ha firmado un decreto para mantener a las familias juntas.

Pero la lucha no ha terminado, los 2000 niños concentrados todavía no son devueltos a sus padres y ahí está la obligación que tenemos como ciudadanos para presionar a nuestras autoridades, para que embajadores y trabajadores de migración estén ya poniendo cartas en el asunto para hacer algo.