¿Te has preguntado porqué hay gente a la que le va bien siempre? ¿Por qué la riqueza «atrae más riqueza»? Se llama ser privilegiado y significa que se tienen condiciones más favorables que otros. ¡Vaya!, como dice la RAE, que alguien goza de una ventaja especial.

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Tengo una amiga muy querida que es súper crítica y admiro mucho. Así que a veces le copio lo que hace porque me inspira demasiado a hacerlo. Hoy es un día como esos, pero para no decir cosas que ella ya ha dicho suficientemente bien, trataré de continuar a manera de diálogo.

Soy fiel creyente de que la mente atrae cosas que la mente busca. Me explico: cuando me apasiona algo, irremediablemente termino encontrándomelo por todas partes. Seguramente se debe a que mi propia percepción se afila para hacer bullseye hacia lo que me apasiona hasta convertirlo en una obsesión.

Todo comenzó leyendo Homo Deus, Breve historia del mañana, de Yuval Noah Harari. El libro hace un recuento de la manera en que el ser humano ha evolucionado hasta tener hoy la capacidad de transformarse en lo que antiguamente se conocía como una divinidad. No a la manera del diostodopoderoso de los hebreos o los cristianos o los musulmanes, sino a la manera de los griegos: seres con poderes sobrehumanos, capacidades divinas que aún conservan rasgos de humanidad pero que no son tales.

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Para mí, la parte medular del libro y que fue la que me hizo querer escribir, es la referente a la forma en que el Neoliberalismo y el Humanismo están en decadencia: el hombre ya no es más el centro del universo. Al hablar sobre lo que le espera al ser humano, Yuval se pregunta qué utilidad pueden tener los seres humanos en un mundo donde las máquinas podrán hacer el trabajo de casi todos los humanos, dejando a unos pocos, muy pocos, la responsabilidad de tomar las decisiones colectivas.

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El Liberalismo es una forma de vida que enarbola la bandera de la libertad como el bien más sagrado de la sociedad y que promulga las bondades del capital para propiciar el bienestar colectivo. Lo cierto es que a la larga, la movilidad social es casi nula porque precisamente el culto al capital en sociedades con condiciones absolutamente desiguales, pone a unos frente a otros en un estado permanente de inmovilidad. Difícilmente el hijo de un esclavo conseguirá ser tan millonario como el hijo de un millonario a pesar de gozar de todas las libertades del libre mercado.

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Los productores de En pocas palabras, de Netflix, lo explican muy bien en su minidocumental «La brecha salarial racial». La cuestión es sencilla: en Estados Unidos, la riqueza sigue en manos de los blancos, por muchas libertades que los afroamericanos hayan ganado en el último siglo. ¿Por qué? Porque arrancaron la carrera mucho tiempo después. Contrario a lo que promueve el Neoliberalismo, la riqueza no se reparte con el incremento del capital, antes bien, se mantiene en las manos de unos cuantos por siglos. Si eres el tatara, tatara, tatara nieto de un magnate que supo acumular capital e invertirlo, difícilmente serás pobre porque el capital de tu ancestro no hará más que incrementar con los años. Eso implica que no sólo no padecerás hambre, sino que para ti, hacer negocios, educarte y ser más rico será cada vez más fácil porque tendrás acceso ilimitado a oportunidades que sólo la riqueza puede dar.

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En cambio, una persona que arranca sin patrimonio alguno, que depende de la asistencia social y que además sufre discriminación, rara vez podrá moverse de dónde está. Para dicha persona, educarse, generar riqueza, ahorro y bienestar social para sí y su familia será exponencialmente más difícil debido a que no tiene ninguna de las oportunidades que da el dinero. Así de sencillo.

México es uno de los países donde menor movilidad social existe. De acuerdo con estudios del Colegio de México, las desigualdades involucran género, lugar de procedencia, y la pertenencia a grupos sociales vulnerables; factores que determinan la capacidad de una persona para acceder a la riqueza.

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No, no se trata de «echarle ganas», de esforzarse o de no hacerlo. Es algo mucho más complejo de lo que parece. La realidad es que vivir en un país democrático y «gozar de libertades» -sí, léase entre comillas- no garantiza que alguien pueda salir adelante porque no es lo mismo nacer mujer en un área rural que nacer hombre en una ciudad, por ejemplo.

Siguiendo la línea del Colegio de México, son tres los factores clave que inhiben la movilidad social en nuestro país: la educación, las disparidades en ingresos y las condiciones de los mercados laborales. Si a eso le añadimos una tendencia marcada a la discriminación, el problema es aún mayor.

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Así que la preocupación ante lo que nos depara el futuro es todavía más apremiante. Si hoy el Liberalismo «protege» o finge proteger al humano porque es el factor principal de riqueza y la mano de obra necesita ser cuidada porque vale, ¿qué pasará el día en que robots que no tienen que ser educados durante 18 años o alimentados o vacunados cubran todos los empleos que hoy cubren los no privilegiados? ¿Te lo has preguntado?

Por eso, decir simplemente que los pobres son pobres porque quieren no sólo es snob y ridículo, es inhumano, es dolorosamente injusto y no hace más que mantener el estado actual de las cosas, asegurar que la brecha siga creciendo y que la vida valga cada vez menos. Así que aquí está la definición: un privilegiado es alguien que puede darse el lujo de llamar flojo al que le ha servido por generaciones y con ello lavarse las manos sin remordimiento de conciencia. ¿Te suena? ¿Tú qué opinas?