La esperanza muere al último. Borges también decía: «La depresión excesiva le sucede siempre, como es natural, a una desaforada esperanza.»
Yo lo comprobé total y absolutamente. No hay peor dolor que el dolor que se siente cuando te das cuenta de que no hay esperanza, de que no hay para donde hacerse y quizá ahí está la clave de eso que muchos sufrimos alguna vez: ese amor que te toca y te llena tanto que el día que se apaga te destroza. Un amor capaz de encandilarte durante años a la esperanza de que algún día su objeto se quede contigo, a pesar de todo, a pesar incluso de ti mismo… y que al final tienes que dejar ir irremediablemente, ya sin esperanza.
La esperanza, por ella somos capaces de cualquier cosa, porque estamos en una situación límite, estamos sobreviviendo cada día, alimentando lo poco que queda de ella. La esperanza se torna en nuestra alma, en nuestro corazón, en nuestra identidad misma… ¿qué somos sin ella? Nada, como nada volvemos a ser cuando se termina.
Me gusta pensar que soy de ese tipo de personas tenaces, capaces de cualquier cosa con tal de conseguir lo que de verdad quiero. ¿Por qué?, porque rara vez tengo claro lo que quiero. Sé lo que no quiero con enfado, con resolución total, pero lo que sí quiero es otra cosa. Me escondo, me retraigo para no mostrármelo. Así que cuando todo mi ser se alínea para decirme: «eso quiero», literalmente pongo todo mi ser en conseguirlo.
Y cuando me enamoré por primera vez -sí, por primera, porque cuando sentí ese amor me di cuenta de que todo lo demás era un ensayo- comprendí que más allá de mí, más allá de todo, más allá de lo que fuera, ese amor estaría vivo en mí. Y eso fue mi gran tragedia: uno piensa que el amor una vez que lo toca le dura para siempre y que si sigue ahí entonces es necesario seguir con esa persona, luchar por esa persona. Nada más falso, el amor no necesita del otro para sobrevivir, el amor así de real y así de fuerte permanece, se hace parte de cada una de tus células, te define tanto y tan poderosamente que no hay manera de sacarlo de ti.
¿Y cómo lidia uno con la esperanza y la certeza de que el amor no se muere? Así, aceptándolo, muriéndote a ti mismo para renacer en algo que de por sí ya eres, que está en el fondo de ti, transformado y nuevo, pero que te has obligado a no dejar salir porque sigues atado a lo que no puede ser. Aunque el proceso sea lento, doloroso y terrible, dar ese salto es lo único que puede salvarte. Lo demás es quedarte con migajas, con sobras, con la mitad de lo que podrías ser y que no será nunca con quien no puede ser a pesar de que tu amor sea tan grande.
Durante 8 años, yo alimenté a mi esperanza con lo mínimo que se le puede dar a nadie, y cuando digo lo mínimo, no miento, porque entre el objeto de mi deseo y yo había kilómetros y kilómetros de distancia emocional amarga que no hacían más que sumirme de a poco en una depresión profunda y terrible. Cuando me di cuenta de que no podía ni quería soportar más, supe que tendría que arrancarme algo muerto del cuerpo y que hacerlo requeriría toda la fuerza vital que había en mí. Lo logré, no sin daño colateral, no sin dolor; el dolor fue espantoso, pero también hubo alivio, un alivio que me dejó libre para encontrar el amor correspondido, el amor total que surgió del propio amor que me tuve.
Por eso y porque ese amor que me mató me dio la capacidad inmensa de ponerme a llorar -aún en la distancia y en la paz- por mi dolor, es que hoy sé que valió la pena todo, incluso los momentos más bajos, los más indignos y los más turbulentos. Todo valió la pena porque escribí como nunca lo había hecho, pero sobre todo, porque ese amor que no me correspondió abrió un inmenso hueco para preparar el lugar que hoy ocupa alguien que cada día se hace más y más grande en mí.
El amor no acaba nunca, el amor nos transforma y nos mata, pero no tiene fecha de caducidad. El deseo sí, la necesidad sí, pero el amor no se muere, te alimenta desde la raíz y para siempre.
Gracias por tu testimonio, no sabes lo identificada que me siento, y luego de leerte, muy alivida.
Gracias a ti por darte el tiempo para leer. Un abrazo!!!!